jueves, 25 de marzo de 2010

Discurso de Grado

Después de cinco años en la Universidad, aún no tengo muy claro de que debería decir uno en su discurso de grado. Así, sin saber muy bien, hoy quiero compartir con ustedes algo que empecé a vivir cuando comencé la universidad, y que ha venido moldeando la persona que soy, y que es una de las principales razones por las cuales hoy estoy aquí, frente a ustedes.

Hace 5 años, sin saber lo que estaba haciendo empecé una aventura que me ha llevado a conocer Colombia. Hoy quiero hablar precisamente de eso, de conocer Colombia, porque creo que me ha hecho un mejor colombiano, un mejor hijo, un mejor hermano, un mejor amigo y un mejor estudiante.

Primero que todo, he aprendido, que para amar a este país hay que conocerlo. Muchos alardeamos de la diversidad que existe en nuestras selvas, de la inmensidad de los llanos, de la belleza de los páramos, y de tantas otras cosas, de las cuales todos hemos oído hablar, pero que muy pocos conocemos. Para enamorarse perdidamente de Colombia, hay que perderse en ella. Hay que ir a la Sierra Nevada del Cocuy, al Tuparro, a la Ensenada de Utria, y a tantos otros lugares que esperan ser descubiertos. La riqueza natural de este país no sirve únicamente para hacerle fieros a los extranjeros, es algo que vale la pena conocer. Pero, más allá de la belleza de nuestra tierra, la gente que uno conoce mientras recorre Colombia, posee una calidad humana incomparable, y el deseo que tienen de compartir con uno sus sueños, experiencias y hasta sus hogares, hacen el regreso a casa, algo difícil en cada viaje.

Doña Maria, es una persona que vive en el camino de herradura que conecta a Puerto Quinchana con Valencia. Un camino que pasa por la Laguna del Magdalena, lugar donde nace la columna vertebral del país. Ella vive a más de 12 horas del pueblo más cercano, por esto sus hijas no van al colegio, no posee acceso a salud ni alcantarillado y vive con menos de un dólar diario. Sin embargo, ella no se considera una persona pobre y cree que sus hijas tienen un buen futuro por delante, y la amabilidad con la que me trato a mí y a mis amigos cuando nos dio de comer y un lugar donde dormir, indiscutiblemente indica que tiene una gran riqueza de espíritu. No estoy tratando de decir que no hay nada que podamos hacer para que su calidad de vida mejore, pero ciertamente esto me llevo a replantearme la manera en que veía los problemas del país, y aún más, sobre lo que yo veía como las soluciones.

Los conocimientos que he adquirido viajando por Colombia, junto con los recuerdos que tengo, son mis posesiones más preciadas, y han cambiado la manera de entender y relacionarme con el mundo. Conocer Colombia le regala a uno la oportunidad de enfrentarse ante una realidad muy lejana a la de Bogotá. No se trata solo una lejanía física, sino mental y espiritual. Los problemas que aquejan al país están lejos de cómo los pintan acá, y las soluciones…aún más. No es lo mismo ver la pobreza y la violencia en cifras, que ir y ver que está sucediendo. Hoy me doy cuenta de que los problemas son más complejos de lo que parecen, que siempre hay dos lados de cada historia y que las soluciones tienen que ser creadas en Colombia y para Colombia, y es aquí donde la Universidad de los Andes juega un papel importante.

Aún teniendo en cuenta el enorme esfuerzo que hace la universidad para que cualquier persona, sin importar su estrato o condición social, pueda estudiar en los Andes, el poder recibir una educación de tan alta calidad es un privilegio y con el viene una gran responsabilidad. Por mi experiencia durante el intercambio que hice en Australia, los Andes no tiene nada que envidiarle a las mejores universidades del mundo. Todos los que estamos hoy graduándonos, tenemos el compromiso de hacer de este país un lugar mejor para nosotros y para nuestros hijos. Pero para poder aplicar con éxito las herramientas que nos ha brindado la universidad, es importante conocer de primera mano los problemas con los que nos enfrentamos. Por ejemplo, sólo después de viajar por este país comprendí que la guerra que vivimos es la consecuencia de una aritmética simple: hay más bocas que comida.



Como diría el ecólogo africano Baba Dioum, “Al final conservaremos sólo lo que amamos, amamos sólo lo que comprendemos, comprendemos sólo lo que se nos enseña”. Es importante entonces, no sólo poseer los conocimientos académicos, sino un conocimiento global de este país. Así lograremos crear una identidad nacional y hacer de este país, el lugar con el que todos soñamos. Termino, invitando a todos los que están aquí presentes, a tomar el riesgo de salirse de la rutina habitual de vacaciones e ir y conocer algún rincón de Colombia. Les prometo que será una experiencia inolvidable.


Muchas Gracias