martes, 5 de mayo de 2009

Páramo de Oceta

Hace unos dos años, aproximadamente, estuve en el Páramo de Oceta. Es considerado el páramo más hermoso del mundo por el fotógrafo Andrés Hurtado, y en mi opinión esta en lo correcto. Recorrer este páramo no toma más de dos días, pero en él se encuentran venados, cóndores e infinidad de ranas y sapos (Cerca a la laguna de Siscunsí). Es desolador ver como las quemas están acabando con este lugar. Los campesinos queman el páramo para poder convertir el lugar en tierra de cultivo y pastoreo. El “baquiano” que hizo las veces de guía dejaba basuras por doquier y arrancaba flores de los frailejones para los floreros de su casa. La problemática entre desarrollo social y sostenibilidad es evidente. Hoy en día el Páramo de Oceta no esta protegido por ninguna ley.
Solo aquellos que han estado rodeados por un ejercito de frailejones por encima de los 3500 m.s.n.m o simplemente han tenido la oportunidad encontrarse a si mismos en la naturaleza pueden entender esta razón. Realmente, llamarla una razón religiosa es una mala descripción pues no buscamos “re-ligarnos” con Dios, sino con nosotros mismos. El páramo, para mi, es un templo. Es el único lugar donde existe el silencio- un silencio lleno de murmullos, que nos permite, realmente, oírnos a nosotros mismos. Es un lugar que llevo en mi corazón.
La altísima biodiversidad de este páramo, su ubicación como corredor ecológico entre la Cordillera de Mérida (Venezuela) y el Macizo Colombiano, y su carácter de fuente hídrica para municipios cercanos lo hace un lugar clave para la conservación. Al mismo tiempo, los bajos ingresos y la falta de otros medios de manutención, impulsan a los campesinos a expandir la frontera agrícola, quemando páramo a su paso. Esto, en conjunto con la falta de conciencia y educación, genera un problema ambiental. Este páramo es un ejemplo de cómo el hombre, impulsado por diferentes razones, ve la naturaleza como una fuente de explotación y no como algo simbiótico a si mismo.

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